Las conclusiones del revelador informe SR15 del IPCC son claras: son necesarios “cambios rápidos, radicales y sin precedentes en todos los ámbitos de la sociedad” para limitar el calentamiento global por debajo de 1,5°C, un límite vital para millones de personas. En concreto, marca el fin de los combustibles fósiles y su sustitución por ahorro, eficiencia y energías renovables antes de mitad de siglo. Además, cita especialmente al Mediterráneo como una de las zonas más afectadas. Hay lugar a la esperanza no obstante: el escenario peor no es inevitable, podemos aspirar al mejor, aún es posible. De hecho, la urgencia y magnitud del desafío generan una enorme oportunidad de cambio sistémico que frene el cambio climático y revierta las desigualdades e injusticias sociales. Una fuente de inspiración esencial en este sentido la constituyen los ecosistemas naturales, sus elementos e interrelaciones. Hablamos de las soluciones basadas en la naturaleza (“SbN”), abarcando desde la potencia de la diversidad y los mimetismos en términos de adaptación y resiliencia, o la eficiencia energética de determinados procesos, hasta los métodos de cooperación en red, incluso entre especies. De forma aplicada, el enfoque SbN abre nuevas vías de innovación social para repensar y re-organizar nuestras sociedades en pro de la equidad, siguiendo patrones naturales, desde lo local y hacia lo translocal. Dando un paso más, en aras de regenerar la economía, la eco-emprendeduría dota a las innovaciones sociales de modelos de negocio viables, permitiendo así escalar el impacto. Numerosos ejemplos de PYMES visionarias ilustran el potencial de las SbN como palancas de cambio social y generación de empleo verde y de calidad, frente a la crisis climática y los otros grandes retos socio-ambientales actuales.

Frente a la destrucción del tejido urbano a través de políticas que desprotegen a los habitantes y los someten a los avatares de una economía que los margina, los centro de autogestión ponen a la ciudadanía en el centro de sus actividades, retomando un contacto directo, ofreciendo estructuras abiertas donde desarrollar sus inquietudes, dando voz y oportunidad a aquellos que por su vulnerabilidad carecen de canales de expresión y formas de visibilización.

La casa invisible de Málaga nació en marzo de 2007 como forma de poner en evidencia la falta de políticas sociales y culturales para amplios sectores de la población, frente a las agendas oficiales que privilegian eventos como el festival de cine español, con su preceptiva alfombra roja, y la forzada creación de una red de museos con la expectativa de poner a la ciudad en el mapa de las ciudades marca para solaz de aquellos que nos visitan, buscando sol, playa , gastronomía y cultura enlatada y escasamente participativa.

A través de sus once años de existencia la casa invisible ha desarrollado actividades abiertas, trayendo al centro de Málaga el debate sobre gentrificación, derechos humanos, ecología, inmigración, feminismo, privatización del espacio público, cultura libre y muchas otras que quedan al margen de los intereses de los gobernantes.
Especial interés tiene el proyecto de rehabilitación del edificio que nos alberga y que forma parte de una innovadora estrategia que respeta la esencia del edificio, recuperando una forma de hacer acorde con el lema “máximo conocimiento, mínima intervención”.